vendredi, avril 28, 2006

22 de abril (en retard)


Recuerdo hace diez años, un poeta que entonces no conocía partía de este mundo de los vivos - o de los que creen estar vivos-. Yo iniciaba un viaje alucinado para descubrir los secretos de la tierra y de mi corazón. Ese viaje, en donde fui también su hija sin conocerle, ha cerrado su ciclo de diez años hoy. Muchas voces parten, otras muchas quedan. Los cielos siguen atestados de nubes, mis ojos aún leen el lenguaje del ave en el árbol, de la tímida niña escondida, diciéndome secretos al oído. Los años del ayer aún los visito en sueños. Los rostros del camino siguen saludándome cada atardecer…

Sus poemas aún me hablan desde adentro, desde mi idioma propio. Puedo reconocerme en esa sensibilidad que hiere en su belleza. La profundidad de la palabra que sabe todo, el inicio y el fin del hombre. La dulzura de la palabra enmarcando una imagen rebalsada de significados. La sabiduría de lo simple. La simpleza de lo esencial. El oculto significado de todo acto, todo gesto, toda sonrisa, todo diálogo real o etéreo, de cada minuto presente y pasado. Un “salud!” de estrellas de sur para el poeta de este mundo. En su memoria (acuérdate que te recuerdo). Porque un día u otro todos seremos felices, como él ahora.

Un día u otro

todos seremos felices.
Yo estaré libre
de mi sombra y mi nombre.
El que tuvo temor
escuchará junto a los suyos
los pasos de su madre,
el rostro de la amada será
siempre joven
al reflejo de la luz antigua de la ventana,
y el padre hallará en la despensa la linterna
para buscar en el patio
la navaja extraviada.

No sabremos
si la caja de música
suena durante horas o un minuto;
tú hallarás -sin sorpresa-
el atlas sobre el cual soñaste con extraños países,
tendrás en tus manos
un pez venido del río de tu pueblo,
y Ella alzará sus párpados
y será de nuevo pura y grave
como las piedras lavadas por la lluvia.

Todos nos reuniremos
bajo la solemne y aburrida mirada
de personas que nunca han existido,
y nos saludaremos sonriendo apenas
pues todavía creeremos estar vivos.


JORGE TEILLIER - EDAD DE ORO
De El cielo cae con las hojas, 1958

También en: Muertes y Maravillas, 1961.

mercredi, avril 05, 2006

Paris I

Cuando decidí hacer este blog fue para mostrar los paisajes emocionales que descubro en mis andanzas. Pero es verdad que hace rato me he concentrado sobretodo en los paisajes interiores, en las visiones de mi mar interno. Seguramente porque me resulta mucho más fácil hablar de eso: lo conozco bien, las palabras fluyen solas.

La cosa es que he tomado la decisión editorial de contar más de los “mares externos” donde me muevo cada día. Sobretodo porque la idea de este espacio es acercar(me) más a mucha gente querida que, por estos tiempos, está tan lejos de este territorio, de mi vida cotidiana. Y pues, para anotar detalles y sensaciones que guardo para el recuerdo de lo que, pienso, algún día llamaré “mis años de vida parisinos”.

Comenzaré, así, hablando del gran espacio – ámbito de vida en que respiro hace ya un año y medio: Paris. Pero como hablar de cette ville es un tema inagotable, y como a su vez uno no se agota nunca de ella, y nunca acaba de conocerla, este es sólo el comienzo… una pequeña “sinopsis” general, de brocha gorda.

Supongo que lo que puedo decir de Paris es que es una ciudad dura y fascinante a la vez.

Dura porque se respira, se palpa en ella mucha soledad. La soledad propia y la ajena. La locura,¡Paris es la ciudad de los locos!, están por todos lados, forman parte de toda vista, y la gente sabe vivir simplemente obviando su presencia (tema alucinante que amerita un posteo algún otro día). Y el frío, el frío de su invierno gris. El frío tras un “bonjour” amable pero cortante, que te recuerda siempre el amplio espacio de la burbuja personal (espacio de no contacto con el otro) de sus habitantes.

Fascinante porque es bella (debe ser imposible que algún mortal no encuentre bella esta ciudad), y esa belleza se agradece a la vuelta de cada esquina. Porque cada vez que cruzas el Sena (y en especial en momentos mágicos, una puesta de sol por ejemplo) no puedes evitar respirar a fondo (ese aire parisino que Duchamp encerró en una esfera de vidrio) y decirte “joder! que bueno estar aquí”. Porque como decimos con los amigos, si estás triste te vas a dar una vuelta y se te pasa. La dura que acá salir a dar una vuelta con los amigos es ya un gran panorama. Fascinante porque es diversa, porque oyes al menos 2 o 3 lenguas diferentes cada día, ves todo tipo de personas, pintas, etnias, costumbres, y abrazas así cada vez más al género humano. Porque bulle, porque pasan cosas todo el rato, eventos, expos, festivales, ferias, en fin, uno se siente de verdad en “el ombligo del mundo” en ese sentido. Siempre va a haber algo que hacer por acá… desde lo gratuito hasta lo inaccesible (es una ciudad bien democrática en ese sentido, hay hartos espacios gratuitos de calidad). Fascinante porque se transforma… la primavera y el verano son de una alegría inesperada. Y finalmente porque es cada vez más mi lugar, mi propia ciudad.

En fin… estoy contenta, cada vez más contenta de estar aquí. Estas breves palabras pecan un poco de excesiva obviedad y simpleza. Pero el mensaje que quiero dejarles es ese.
El resto, mi Paris cotidiano, lo iremos viendo de a poco.