samedi, février 18, 2006

Ecos primaverales...


Hace días que se viene sintiendo el arribo de la primavera al hemisferio norte... días más largos, menos fríos, lluvias locas. Pero no fue que hasta esta mañana, siguiendo los senderos de un parque urbano, que la ví a la cara. Esta mañana descubrí que estoy ya en primavera.

Y como en la vida todo se cuadra de alguna manera mágica, posteo estas líneas días después del paso del cupido loco de San Valentín (que a todo esto descubrí recién que era un cura que fuera fusilado ya que casaba en secreto a parejas cuando no lo permitía la ley, en no me acuerdo dónde y en el marco de no sé qué guerra...). Y ciertas reflexiones de estos días han ido en armonía con el cambio de estación reinante. Siento que la primavera está volviendo EN MI... que estoy dejando atrás el invierno del alma...

Invierno en el que había asumido al amor como un mito en el que ya no valía la pena creer más.... que era una estafa, una farsa. Pues no existe eso del amor eterno. Y un lapso de felicidad con fecha de vencimiento, qué sentido podía tener? à quoi donc?... Y así, mientras hivernaba en mi cueva de sanación, rumiaba la decisión de que no gracias, no de nuevo, no en un buen rato. Y sin embargo este 14 de febrero, en una conversación de solteras en los barrios de Bastille, escuché una frase que me "rebrotó" la conciencia: el amor es eterno mientras dura.

Y con la luz del equinoccio que ya se comienza a presentir me está habitando un nuevo ánimo. La escarcha derritiéndose naturalmente, va regando la esperanza en el devenir, la creencia en que esta vida es una sucesión cíclica de estaciones, TODAS hermosas y significativas. ¿Qué importa que la primavera del amor tenga su fin inevitable y anunciado desde su origen, si mientras dure se siente eterna, sin final?, ¿qué importa que el amor sea una quimera, si durante el tiempo que creemos en él, existe?... Hasta ayer creía que toda la felicidad que se vive al amar no compensa el dolor del término, así como una noche de carrete no compensa la resaca de la mañana siguiente (como escuché magistralmente conceptualizar mi sentir a una jeune fille el otro día). Pero esta mañana los patos y taguas del estanque volaban en celo enamorado, los sauces rebosaban de brotes amarillos, y yo empezaba a creer de nuevo que siempre va a haber valido la pena lo comido y lo bailado (que no nos lo quita nadie...). Que siempre, y cada vez con mayor razón, valdrá la pena volver a amar. Y sentir eso es volver a sentir la primavera en el corazón.

Estoy contenta. He aprendido otra lección en mi transitar. Sigo creciendo, sigo sanando... y me siento lista para florecer de nuevo. Ya no con la misma candidez, pero si con la intensidad que sucede una primera poda.

En fin, me sentí esta mañana como dice un tango iluminador que, para poner la guinda a la torta, el otro día me habló, y cuya letra os dejo:

"Nos habían suicidado los errores del pasado, corazón...
y latías -rama seca- como late en la muñeca mi reloj.
Y gritábamos unidos lo terrible del olvido sin razón,
con la muda voz del yeso, sin la gracia de otro beso ni la suerte de otro error.
Y anduvimos sin auroras suicidados... pero ahora, por milagro, regresó.
Y otra vez, corazón, te han herido...
Pero amar es vivir otra vez.
Y hoy he visto que en los árboles hay nidos
y noté que en mi ventana hay un clavel.
¡Para qué recordar las tristezas! ¡Presentir y dudar, para qué!
Si es amor, corazón, y regresa, hay que darse al amor como ayer..."


(El Milagro- Letra: Homero Expósito)